El linaje y la
transmisión iniciática
Este
es un tema harto complejo al cual intentaremos acercarnos delicadamente ya que
es fácil herir susceptibilidades y soberbias instauradas en el tiempo.
Es
bastante conocida por cualquier estudiante de esoterismo la existencia de
escuelas iniciáticas tanto en la antigüedad como en la época contemporánea. Sin
embargo no es tan conocido el modus operandi de dichas escuelas y los detalles
de lo que constituye la posesión de una tradición y un linaje espiritual auténtico.
Esto se debe a que increíblemente se cree que cualquier organización que se
tilde de iniciática lo es realmente, cuando en general no es así.
¿Por
qué entonces se presentan como escuelas iniciáticas? Por un tema de marketing,
suena mejor decirlo aunque no lo sean y en algunos casos ignoran lo que realmente tienen y lo que no
tienen.
Para
entender esto entra otro factor muy importante: la existencia de un guía vivo
que posea el contacto con el mundo del espíritu. La esencia de una vía iniciática reside en
esto, ese guía vivo posee en su corazón un tesoro espiritual, esto le faculta
para convertirse en iniciador.
Ese
guía vivo se transforma en un bendito, aquel que puede irradiar un poder divino
a su alrededor, la bendición, al ser él mismo una manifestación de ese tesoro.
Y todo esto se extenderá en el tiempo a través de la cadena iniciática que
habla Eliphaz Levi, la silsilah de los sufíes, la selsheleth de los hebreos, el
gurú Kula de los tántricos, el linaje del zen.
¿Por
qué los grandes maestros no escribieron libros? Por que la enseñanza es de
corazón a corazón, “I shin den shin” dicen los japoneses, de mi alma a tu alma.
Esto nos remite al lenguaje de los pájaros, ese lenguaje que está más allá de
la racionalidad, de la palabra escrita o hablada, de lo descriptivo. Eso que se
comunica con la presencia, con el movimiento, con el símbolo, el signo, la
mirada, el estar en compañía de lo sagrado.
Este
lenguaje es el que permite la comprensión de los dos mundos: el mundo real y el
mundo aparente. Uno es lo que se ve y el otro lo que no se ve, se siente.
La
transmisión del conocimiento va más allá del lenguaje común, no lo que estamos
viendo hoy en día: supuestos gurúes que dicen qué hacer y qué no hacer;
filósofos que a través de la deducción o la inducción manejan los conceptos;
personas que hablan lindo de amor y mística. Dicen que cuando uno se une con
D´s no necesita más palabras, el lenguaje de un guía apunta a esto, de ahí
aquello de “el que sabe no habla”.
Por
eso la conceptualización que se está haciendo del camino espiritual es
completamente nociva. La respuesta está en el silencio, pero a mucha gente le
encanta las explicaciones, nos brindan seguridad y fortalecen nuestra necesidad
de control.
En
el sufismo el lenguaje de los pájaros tiene tres aspectos muy interesantes: la
metáfora, la anécdota y el símbolo, siendo este último el que lanza al
discípulo a la experiencia espiritual directa.
Es
así que la primera enseñanza a la que uno accede es el saber que esa vivencia
mística es un sabor (“dhawq” para los sufíes, “rasa” para los tántricos), como
decimos en nuestro mundo mágico: saborear tu naturaleza original. Es
interesante ver que sabor y saber tienen la misma raíz y nos conducen a lo
mismo.
El
objetivo de cualquier tradición iniciática es que el aspirante viva de acuerdo
al sendero de lo real, el camino de lo auténtico, el vivir de acuerdo al Principio
Divino, al Tao, a la Presencia Divina. Esto último se llama ser uno con el Hombre
Universal.
Esta
vivencia en realidad es espontánea y completamente natural como lo afirman
todas las tradiciones iniciáticas llámense zen, taoísmo, tantrismo, sufísmo,
etc. Toda inventiva y mecanicidad para
producir algún estado es propio de mentes occidentales egoístas que
olvidan que “los lirios del campo van creciendo sin fatigarse ni tejer”, que
“la canción se canta por sí misma” como dicen los taoístas y que “no es
trabajar y sembrar la tierra lo que hace que caiga la lluvia, sino que la
preparamos para recibirla” como dicen los sufíes. Esa es la síntesis del
trabajo de una organización iniciática, preparar la tierra, no producir la
lluvia.
Volviendo
a las agrupaciones esotéricas diremos que no pueden ofrecer lo que no tienen.
No puede surgir una escuela esotérica sin una tradición que la respalde,
tampoco puede ser producto de la fantasía de personas que han leído doscientos
libros y que creen que la erudición y el conocimiento de ciertos rituales y
procedimientos resuelven todo. Una escuela iniciática no es un grupo de amigos
de lo esotérico que encontraron viejos pergaminos y rituales antiguos y armaron
un grupo de trabajo.
Tal
vez estas últimas apreciaciones parezcan rígidas, pero no lo son, son parte del
respeto que hay que tener por las vías tradicionales del conocimiento y que por
no tenerlas actualmente vemos la proliferación de sectas y gurúes que son más
bien empresas de explotación y enriquecimiento económico.
El
objetivo de las escuelas iniciáticas es reestablecer en el adepto el “estado
natural”, el “sahaja” de los tántricos, esa alegría innata del sabio liberado.
La clave para golpear la puerta del templo es la pureza de corazón y la pasión
de un intenso anhelo de ser verdaderamente uno con lo sagrado.
Daniel Curbelo
24-6-2012
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